jueves, 17 de diciembre de 2009

Dos caras


Desde el más humilde rincón te escribo esta carta para que sepas que sigo aquí. Sigo esperando noches de luna llena donde poder perderme en nuestro bosque y así encontrarte. Mi coche aun recuerda tu sudor de verano de las largas caminatas al sol. Mis ojos sangran si miro mi cama y de mi pecho solo sale vacío en cajas de cartón.

Aun sigo pensando que aquellos zapatos que te regalé no estaban hechos para acabar en la cama de otro. Tal vez la mugre de sus besos fue mejor que mis rosas con champán, que mis fresas con nata, que las noches de violín, viola y violonchelo. Será ese pendiente, ese semblante descarado o tal vez su mirada la que te cautivó, que ahora duermes en su pecho y tu lumbre es su alimento y su espada tu virtud.

Porque el vino me dió la luz que necesitaba y ese humo que aspiré rellenó mi solitud, porque el rojo sangre de mis venas no es más que tinto hecho con amor, porque ese humo son tus palabras que gráciles van y vienen y con las mismas, desaparecen.

Mentira sería decirte que ya no te hecho de menos, que no reviento cuando te veo con él que no farfullo mil palabras y ninguna le queda bien.

Por eso me arrepiento de morirme de celos y de matarte de agonía cuando me ves mirándome al espejo. Y es que los esquizofrénicos nunca sabes con lo que te van a salir, ¿verdad?


Sino estoy mintiendo no se lo que estoy diciendo...

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