miércoles, 3 de febrero de 2010

Cartas desde el olvido (2)


Hoy, y sin tu esencia, comienza tu recuerdo. Porque hasta ahora, te sentía, te notaba, o al menos, te podía oler. Es eso que desprendes al caminar y que hace que sepa que eres tu sin siquiera acercar mi mirada a ti. Es ese algo que da sabor a tus besos. Es esa cosa que te sublima y te hace más cercana a lo divino.

Pues sí, ayer, en un descuido, cuando te acercaste al baño, agarré sigilosamente tu perfume y Zás, furtivamente arrojé miles de partículas diminutas de el aroma que usualmente te acompaña a todas partes y que forma parte de ti, de tu esencia, de tus abrazos, de tu ropa y ahora, de mi memoria, sobre mí.

Pero hoy, la cruel agua de mi ducha cayó sobre mi brazo privándome de ese dulce licor con el que me deleitaba que era tu aroma, llevándose hasta el último suspiro de ti, vaciando mis poros de tu ser y abandonándolos a su suerte. Y la sudadera en el que iba impregnado quedó desterrada a la lavadora, juntándose los detergentes espumosos y purificadores con mi prenda, condenando al olvido tu perfume y dejando el del puto suavizante…

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