Moribundo

Besos que partieron de mi boca absurda, cruel y despiadada, que van a morir a tu cuello sediento de mordiscos y lleno de sangre que hierve a borbotones, que quema, que quiere salir y llenar mi cuerpo desnudo y torneado por las mil caricias que me dieron tus manos.

Pasos furtivos compañados de golpes secos. Son tus tacones que no se quieren perder la fiesta que tenemos aquí dentro de tu flor. Donde enjambres de abejas se balancean entre tus estambres y pistilos haciéndote saltar con cada aleteo de las zumbonas.

Sexo que se parte en dos y se fusiona en uno a tu antojo, porque logré colarme por el hueco de tus pantalones y deslizarme por tu bajo vientre para llegar a la montaña del placer donde la lujuria es pan y el pecado es vino, cuerpo y alma, alimento del señor que soy Yo.

Sexo que me niegas con la mirada y me ofreces con tus piernas, la típica lucha del bien y el mal, del quiero y puedo con todo ahora mismo, corre, corre que cojo, corre, corre que te empujo. Lo que te gusta jugar conmigo y a mi más entrar en tu juego de calores, sudores y besos ciegos bajo el edredón de color calma y esperanza. Porque nada me falta sino tiempo y nada me sobra salvo tu ropa, la vergüenza y las ganas de ti que desbordan los cajones de mi escritorio.

Cada día se clava más en mi corazón tu sonrisa de coqueta y de niña pequeña, y la herida sangra tanto que me duele hasta pensar en ella, menos mal que la sutileza de tu lengua hace de quintaesencia y revives al segundo a este pobre moribundo...