Pesadilla

Hoy la vergüenza se me cayó por el camino antes de mirarte a los ojos. Perpleja, tu ni respondes. Total pa qué. Si no hubiese perdido el jodido reloj al menos te podría decir que estoy perdiendo el tiempo, pero no, ya lo perdí, o mejor, me lo quitaron. Así pues el tiempo se me hecha encima y no sé que hago aquí. Y tu mientras seguirás ahí, resignada sin más. Mirando a Dios sabe qué, quién o dónde. Pareces estúpida, mira que cara de boba. Y lo peor: ya lo sabías, porque sí, yo lo supe desde el primer momento que lo vi. Más claro que el agua, más oscuro que todo mi odio junto dentro de un cañón apunto de ser estallado. Más espeso que ese chocolate que tanto deseas, que tanto deseas, tanto, tanto que... empalaga.
Quéjate, coño, habla, no llores. Dime una sola palabra¡mueve esos putos labios que sirven para algo más que gemir y sonreír! Mueve ficha, o dame tu mano, que si eso ya muevo yo.
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Editado, escrito y encriptado en una noche llena de humo, de tos, y de alucinaciones eróticas. Con los pelos erizados, las pulsaciones a tope y la garganta reseca. En directo desde tu recto; no veas, gas mortal, normal que vea visiones. Y con esto y una empanada de carne casera me despido hasta otra que no otro, porque las prefiero a ellas, simplemente, las empanadillas digo.